Como os anticipamos en nuestra anterior entrada en la que os explicamos lo que significó para nosotros el aterrizaje en Filipinas (en todos los aspectos), hoy publicamos el diario de viajes de nuestra estancia en Boracay. En este post podéis haceros una idea de lo que ofrece esta isla y comentamos nuestra experiencia tal y como la vivimos. Terminamos el artículo con nuestras conclusiones y recomendaciones.
CONTENIDO DEL ARTÍCULO
Día 1. Llegada a Boracay. Toma de contacto.
Tras varias horas de viaje (por mar, tierra y aire) desde que salimos de Singapur hasta que desembarcamos en la isla, llegamos al coqueto hotel Boracay Haven Suites **** (click en enlace para más info del hotel), prácticamente por la noche. Tras una ducha nos tomamos el primer par de San Miguel Pilsen en el hotel; la cerveza San Miguel es omnipresente en Filipinas, su fábrica de Manila data del año 1890 y puede decirse que es la cerveza nacional.
Necesitábamos cambiar dinero, así que salimos del hotel y empezamos a caminar hacia la derecha (dirección sur) simplemente por azar. Pasamos por delante de una especie de mercadillo al aire libre, D´Mall, donde hay tiendas de recuerdos, bares, restaurantes, casas de cambio… todo muy enfocado al turista. Accedes a través de un pequeño control policial, y dentro de este recinto verás bastante policía turística armada. Íbamos muy concentrados en buscar una casa de cambio y la verdad que no nos dimos cuenta de este mercadillo y seguimos caminando de largo. Encontramos un par de tiendas de ropa en donde también cambiaban dinero, pero en ambas nos indicaron que no les quedaba cambio y al final después de caminar unos 40 minutos dimos con una tienda de alimentación que nos cambió algo de dinero, suficiente para tomar algo, cenar y pasar la noche.
Volvimos sobre nuestros pasos ya que estábamos a 40 minutos del hotel y encontramos un bar que ofertaba cubos de San Miguel, claramente esa terracita nos estaba esperando. Nos sentamos a descansar y a refrescarnos ya que entre el viaje, la caminata y las altas temperaturas filipinas, nuestra sensación de calor era agobiante. En ese momento nos dimos cuenta de algo, ¿somos los únicos turistas de la isla? La verdad es que llevábamos casi una hora fuera del hotel y prácticamente solo habíamos visto a gente local, lo cual nos parecía un poco extraño tratándose de Boracay… Los bares eran muy tranquilos y teníamos información de que en la isla había mucha marcha. La verdad que nos daba igual ambiente local o turista, pero queríamos algo de movimiento para cenar y tomarnos unas cervecitas.
Después de una hora terminamos nuestro cubo de 6 tercios (200 pesos, unos 3,60€) y seguimos rumbo hacia el hotel.
Sí que vimos un par de bares más animados, pero entre el calor y el cansancio, no teníamos mucha hambre. Estábamos agotados, había sido un día largo desde que despegamos de Singapur, así que decidimos ir para la habitación para descansar y reponer fuerzas. Cuando estábamos muy cercanos al hotel, vimos varios puestos que cocinaban carne a la parrilla y compramos unas brochetas para no irnos de vacío a la cama; por la zona turística de la isla verás muchos puestos de este tipo.
Día 2. White Beach.
Como es nuestra costumbre cuando estamos por los trópicos donde amanece y anochece pronto, nos levantamos a primera hora para aprovechar el día. Bajamos a desayunar, era buffet, la verdad que bastante correcto y variado. Destacar la cocina en vivo de pancakes, huevos y tortillas al gusto, además de la atención amistosa del personal.
Pusimos rumbo a la famosa playa: White Beach, una de las playas más famosas de Filipinas y siempre bien ubicada en la lista de las mejores playas del mundo. Como fanáticos del mar y playa que somos, teníamos prisa por comprobar si realmente estaba a la altura de las habladurías, así que comenzamos a caminar hacia el sur desde el hotel, por el “territorio conocido” de la noche anterior para llegar a la playa.
Después de llevar un par de minutos caminando, observamos que éramos los únicos de chancla y toalla.
White Beach es increíble, 4 kilómetros de arena blanca y fina, agua color turquesa; una playa realmente bonita con fondo de palmeras.
Íbamos caminando paralelo a la costa, llegamos al Mc Donalds y ahora sí que vimos el mercado D´Mall. Entramos en él porque nos venía de paso para llegar a la playa, y quedamos estupefactos ya que estaba lleno de vida: turistas, locales, bares, restaurantes, tiendas… ahora entendíamos donde estaba el ambiente nocturno. Pasamos por el mercadillo sin pararnos ya que teníamos ganas de ver la playa.
Y por fin llegamos a White Beach… la experiencia se vio un tanto afectada: según pusimos el pie en una especie de paseo marítimo (paseo de arenilla y grava), una avalancha de personas vino hacia nosotros ofreciéndonos muy diversos productos, palos selfie, flotadores, gorros, excursiones, masajes, gafas, postales, fundas para móvil, mochilas impermeables, copas, comida… son realmente insistentes, aunque al menos son majos.
Empezamos a caminar aleatoriamente hacia Station 3, en el sur de la playa. Es la zona más barata, acaparada en su mayoría por mochileros para buscar alojamiento. White Beach es increíble, 4 kilómetros de arena blanca y fina, agua color turquesa; una playa realmente bonita con fondo de palmeras.
En ese momento supimos que la distancia extra recorrida para llegar a la isla había merecido la pena: era el final de un viaje de cinco semanas y en lugar de ir acercándonos a España, hicimos varios miles de kilómetros dirección Este para hacernos una pequeña idea de que era Filipinas con vistas a volver.
Una vez que accedes a la playa y estás tumbado en la arena, al menos a nosotros ya no intentaban vendernos nada, lo cual se agradece. Eso sí, nada más te metes en el agua a refrescarte, ya tienes a varias personas ofertándote canoas, paddle surf, piraguas, lanchas y demás artículos de diversión. Pero bueno, si uno sabe a donde viaja, y las necesidades del lugar creo que todo es aceptable. La mañana de playa había que complementarla con continuos baños en el agua para poder llevar el solano que hace, con bastantes excursiones al bar de enfrente a tomar San Miguel, a unos 40 pesos (75 céntimos de euro, y las hay más baratas) o zumos naturales; recomendamos el de mango (está espectacular en toda la isla).
Entre sol, baño y San Miguel se nos hizo la hora de comer y allí mismo en un chiringuito de la Station 3 comimos, a base de pescado local y chipirones, no resultó caro, pero no estaba muy bueno. Decidimos explorar por la tarde otra parte de la playa: Station 2. Esta zona se encuentra más concurrida, hay muchos bares en primera línea con estupendas terrazas llenas de puffs y sillones para pasar horas y horas. Recordaros que el sol se pone pronto por lo que las terrazas se llenan enseguida para ver la puesta, que es una de las mejores que he contemplado. Además en la mayoría tienes happy hour, aunque más bien es un 2*1 ya que cada vez que pides una consumición te regalan otra. Puede parecer un poco lioso la primera vez que pides en la happy hour en Boracay: cuando pides las bebidas te cobran lo que vayas a tomar y cuando pidas la siguiente ronda te la ponen gratis. Así que el resto de día y parte de la noche, nos quedamos en estos bares a disfrutar del momento y del lugar con unos gin tonic y mojitos. Impresionante la puesta de sol, no te lapuedes perder.
Día 3. Excursiones de snorkel en Boracay.
Nos levantamos con un objetivo en la cabeza: hacer snorkel. Y es que, si el sitio acompaña, es una de nuestras actividades preferidas en los viajes de playa. El día anterior ya habíamos estudiado alguna excursión de las múltiples que nos ofertaron por la calle, y al final nos decantamos por contratar una en el propio hotel ya que era el mismo precio, y ademas nos venían a buscar, luego era mas cómodo (todos los vendedores y hoteles ofrecen las mismas excursiones). Sobre 900 pesos comida incluida. Todo depende de lo que escojas ya que puedes alquilar barcos privados, evidentemente más caros durante algunas horas. Nosotros recomendamos el barco privado y os explicamos el porqué.
Después del desayuno, fuimos al hall y ya nos estaba esperando un señor. Fuimos con él callejeando a pie hasta la playa y nos subimos en el típico barco filipino (bangka).
Hicimos un par de paradas más a lo largo de la playa para recoger personas y tomamos rumbo hacia una zona de coral en la zona sur de la isla. Llegamos al punto destinado para explorar los mares y nos lanzamos desde el barco los primeros; destacar que la mayor parte de la excursión eran asiáticos, y les suele costar bastante lo de lanzarse al océano, es más, no todos suelen hacerlo. Señalar también que éramos los únicos sin flotadores o similares. Nos encanta ver el mundo marino, así que no había tiempo que perder. Estuvimos unos 30 minutos realizando snorkel: he de reconocer que había vida bajo el mar pero los fondos no eran muy bonitos, he visto corales y peces de colores mucho más bonitos en Tailandia, Maldivas o Australia por ejemplo.
Puede ser simplemente que no se esmeraron mucho en el lugar donde nos soltaron al mar, me cuesta creer que ese sea el mejor sitio para disfrutar del snorkel de la isla. Por cierto algo que nos dejó alucinados fue que, mientras hacíamos snorkel, apareció una mini canoa con un chaval vendiendo cocos. Si si, vendiendo cocos en medio de la nada. Este hecho revela el estado de los habitantes, el nivel que tienen para buscarse la vida e intentar sacarse las lentejas dónde y cómo sea.
Finalizado el tiempo de agua, la excursión puso rumbo a una isla que nos pareció un timo, y que no se nos había mencionado esta parada al contratar el viaje. Había que pagar unos 250 pesos por acceder a una cueva, el precio es simbólico, pero no era lo que habíamos contratado en la excursión inicial. La opción que tienes en caso de no acceder a la cueva, es quedarte sentado en la arena en un lugar sin playa esperando a que los demás hicieran la visita de unos 45 minutos, y esto no figuraba en el detalle de la excursión. Obviamente yo hubiera preferido estar buceando que es lo que nos habían “vendido”.
Después de una hora sentados en la arena, volvimos al barco y pusimos rumbo a un islote donde nos dieron de comer en una cabaña, un mini buffet sin lujos pero bastante correcto con un poco de todo: ensalada, arroz, pescado y carne. Con el estómago lleno volvimos a la barcaza con rumbo a Puka Beach, casi una hora de barco para llegar. En un principio íbamos a ir a otra zona de snorkel pero debido al viento decían que era mejor Puka Beach… no se si el que nos llevaran a unas hamacas en la arena de un bar en concreto de Puka tuvo que ver algo en la decisión… Mereció la pena sin embargo: Puka es una de las playas más bonitas que he conocido. Allí pasamos una hora y media de relax en el paraíso, en las hamacas disfrutando de unas bebidas entre baño y baño. Muy a nuestro pesar el tiempo pasó demasiado rápido y cuando nos dimos cuenta estábamos en el barco de vuelta y finalizando la excursión. Más información de Puka beach pinchando aquí. Como conclusión, no recomendamos la excursión ya que el objetivo era hacer snorkel y al final solo pudimos hacerlo durante 30 minutos.
Al llegar a nuestro punto de origen ya casi estaba anocheciendo y nos quedamos en los sofás de la playa tomando unas bebidas espirituosas, con el estupendo 2*1 y mirando el atardecer de Boracay y la cantidad de bangkas en el horizonte que se entrecruzan entre sí, desde las que por unos 240 pesos puedes disfrutar de la puesta de sol desde el mar.
Cómo no, mientras estamos tomando algo pasan bastantes vendedores de tabaco, papel de liar, mecheros, souvenirs, objetos voladores… pero sobre todo, lo que más abunda en el ocaso del día son los niños que te ofrecen pulseras a cambio de unas monedas. Es imposible no caer rendido ante los chavales aunque en realidad todos venden lo mismo. Estas circunstancias son las que te hacen darte cuenta de lo afortunado que eres, y que en muchas ocasiones es muy fácil ayudar un poquito a los demás. Estos críos se buscan la vida en la playa desde que son muy muy pequeños. A nosotros siempre nos gusta llevar piruletas y la verdad que se les ilumina la cara. No tengo claro que comprarles las pulseras que venden sea lo mismo que ayudarles, aunque puede que así sea.
Día 4. Puka Beach.
Teníamos muy claro lo que íbamos hacer en nuestro penúltimo día en Boracay y era pasar el día en Puka Beach, playa mucho más tranquila y que nos pareció más bonita aún que White Beach. Para mas información pincha aquí.
Después de desayunar, recogimos los habituales artículos playeros de la habitación y bajamos a la calle para buscar un tuk tuk que nos llevase a nuestro paraíso dentro de la isla; de los precios que den, baja a la mitad y negocia hasta donde veas, verás fundamentalmente dos tipos de tuk tuk diferentes, cuanto más grande más caro será. Pasamos algún puesto de comida por la carretera y el precio de la porción de arroz era de 10 pesos, unos 0,20€, con lo que te puedes hacer una idea del nivel de vida de los habitantes de la isla, con unos precios bien diferentes a los del meollo turístico.
Nos agenciamos unas hamacas y tuvimos un día de playa increíble hasta media tarde, que empezó a nublar, el tiempo es muy cambiante en el Sudeste y decidimos irnos con toda nuestra pena, pero fue la mejor elección ya que nada más montar en tuk tuk para volver al hotel empezó a llover, y a llover con ganas, así que llegamos con una buena mojadura, pero la verdad que no nos importó lo más mínimo. Estábamos de vacaciones y en Filipinas, ¿es motivo que una chaparrón te fastidie el momento? Claramente no.
Para cuando salimos del hotel ya duchados, no llovía, pero sí que estaban las calles un poco inundadas, pero transitabas con normalidad. Hicimos un par de compras para traernos algún recuerdo y fuimos como cada tarde/noche a los sofás para ver el atardecer tranquilamente mientras cenábamos.
Día 5. Station 1 en White Beach y adiós a Boracay.
Nos levantamos con la tristeza de saber que en unas horas nos íbamos de Filipinas. Después de reponer fuerzas en el desayuno y hacer las maletas decidimos disfrutar de la playa, ya que aún teníamos 3 horas. Una vez que llegamos a White Beach, decidimos caminar hacia el norte de la playa con las miras en Station 1, que resultó ser de lo más relajado y exclusivo de White Beach. Puedes encontrar una zona realmente pintoresca donde en medio del agua hay un peñasco con una virgen, al cual puedes acceder. Verás como mucha gente lleva ofrendas florales.
Ese día apretaba el calor y después de darnos el último chapuzón en Filipinas (esperamos que por poco tiempo), y disfrutar de dos riquísimos zumos naturales, pusimos caminos hacia el hotel para darnos una ducha y emprender viaje al aeropuerto.
El día anterior contratamos con el propio hotel el traslado hasta el aeropuerto que incluía mini van hasta el embarcadero, barcaza y autobús. Por ser en autobús el precio era muy aproximado al que podría obtener haciéndolo por tu cuenta con tuk tuk, taxi,,,, y por la comodidad nos decidimos por el hotel (acertamos, el autobús era cómodo).
Fueron puntuales a la hora de recogida y nos pusimos en marcha hacia el puerto. El tiempo en llegar fue de unos 45 minutos ya que hicimos varias paradas para recoger a más personas y el tráfico es muy muy lento. A la llegada, te guían al barco y volvemos a ver como nuestras maletas se van al techo del cascarón, al momento te exigirán la propina en función de las maletas y si les parece poco te lo harán saber (creo recordar unos 50 pesos/maleta). Después de 20 minutos, con Boracay a nuestra espalda y con las maletas recuperadas subimos a un autobús y emprendimos camino al aeropuerto, casi dos horas de viaje por carretera. Al fin estábamos en la terminal, la cual es muy pequeña. Según accedes a ella ya te encuentras con los mostradores para facturar. Hicimos cola y cuando llegó nuestro turno y entregamos pasaportes y billetes (volábamos hacia Manila con destino Bangkok) comenzó otra pequeña particular odisea. El chico del mostrador nos indicó que había un problema informático, pero los mostradores de los lados continuaban facturando pasajeros, ya habían pasado 20 minutos y seguíamos viendo como nuestros pasaportes pasaban de mano en mano (yo no sé que miraban exactamente), y se los enseñaban a las personas de seguridad, llegaban más personas de la compañía aérea, y los volvían a revisar. Nos hicieron justificar nuestra parada de varios días en Bangkok con reservas de hoteles y la posterior parada que teníamos en Dubai. Se acercaba la hora de la salida del avión, y ya eran 50 minutos parados en el mostrador preguntando qué problema había y sin respuesta alguna. Finalmente dábamos por perdido el avión cuando restaban 15 minutos para la salida y no habíamos facturado. Y nadie nos daba explicación ninguna. Se quedaron vacías todas las filas de facturar; los pasajeros habían embarcado. Finalmente nos dicen que había un pequeño problema con los pasaportes y que podemos pasar. Para ellos todo son “pequeños” problemas, para mi retenernos unos 60 minutos ya pasa la franja de “pequeño”. Estábamos bastante enfadados y obviamente dimos por perdido nuestro equipaje facturado ya que suponíamos que no daría tiempo que lo embarcasen, quién sabe en qué avión y a dónde lo enviarían.
LLegamos a la puerta de embarque previo pago de 550 pesos por salir del país, en el mismo control de aduana, y cual fue nuestra sorpresa que el avión llevaba retraso y aún no habían embarcado. El peso que nos quitamos de encima fue enorme, ya que si perdíamos el avión destino Bangkok el cual encima hacía escala en Manila íbamos a tener bastantes problemas para conseguir que nos lo reembolsaran, ya que tenemos claro que viendo como funcionaba todo en aquel aeropuerto nadie se iba hacer cargo. Y dejando a un lado el problema monetario, nos trastocaba nuestro plan de vacaciones.
Pero al fin conseguimos despegar y salimos del país igual que entramos: a lo loco.
Conclusiones
Cuando vas a Boracay tienes que saber que vas a un lugar muy turístico y concurrido, con mucha fiesta y entretenimiento.
Evidentemente, estás en contacto continuo con los habitantes de la isla. La mayoría de los hoteles, apartamentos, alojamientos en general, se encuentran entre las propias casas de los habitantes isleños, así que excepto algún resort de lujo, tienes que saber que no vas a un lugar tranquilo y aislado de la realidad.
White beach y Puka beach son sus dos playas más famosas. Son realmente muy bonitas. Las puestas de sol en White Beach, acompañada de los increíbles zumos naturales de mango y por supuesto la San Miguel Pilsen, son realmente hermosas; si estás allí no te las puedes perder. Puedes incluso ver la puesta desde una cama dando un masaje de una hora por 350 pesos.
Recomendamos cenar en una de las terrazas del 2*1 en Station, nosotros lo hicimos un par de días, está muy bien con el mar a unos metros, y no salía excesivamente caro. A nosotros nos gustó el Globy (preguntar porque la terraza no está enfrente del restaurante), tienen un poco de todo: comida local como el adobo, comida tailandesa, ensaladas y comida rápida como hamburguesas. Hay bastantes sitios para cenar pescado fresco, pero los que se veían con buena materia prima eran increíblemente caros, con unos precios como el buen pescado en España.
Las dos playas están bastante cuidadas. En White beach no puedes fumar, tienes que salir de la arena a la especie de paseo contiguo. El resto de la isla está bastante descuidada, al moverte por carretera ves continuamente basura por todos sitios.
Boracay nos pareció un sitio bastante seguro, viven del turista y en ningún momento vimos nada raro. La contrapartida es que al ser tan turístico se pierde toda la originalidad del sitio y parte de su belleza. En general encontramos los precios de la isla muy sorprendentes por caros, sobre todo en comida y en tiendas de cualquier cosa que se vendiera. Había otras cosas más asequibles como los masajes o las excursiones (aunque no recomendemos las últimas).
El mejor momento para ir es en su estación seca, que comprende desde noviembre hasta mayo, destacar que en Filipinas cuando llueve, no son 4 gotas, y suelen ser azotados con bastante frecuencia por tifones. La temperatura media ronda los 30 grados. Llegamos a la isla al final de la estación húmeda que va de junio a finales de octubre. La temporada alta va de noviembre a mayo. De los cuatro días que estuvimos a principios de noviembre nos llovió solo uno. Cuando se viaja a Filipinas hay que tener varias cosas claras: cuando llueve, llueve de verdad y las carreteras pueden cortarse; en temporada húmeda no son infrecuentes los tifones (hay zonas con más riesgo que otras); Filipinas se encuentra sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, con lo que tiene una actividad sísmica elevada. Los pocos días que estuvimos nos sirvieron para ver que un viaje largo a este país requiere de una dosis de flexibilidad para encarar problemas, no existe la prisa y todo va a su ritmo.
Nos fuimos con la sensación de que parece que no hay ningún control sobre los barcos; los tres barcos tradicionales (a motor) en los que subimos eran auténticos cascarones que no ofrecían ninguna seguridad. Por suerte, los trayectos no eran para nada largos y siempre se tenía la costa a mano. Sin embargo, me lo pensaría bastante en un futuro viaje coger un barco para moverme entre varias islas en pleno océano… no tiene porqué pasar nada, pero seguridad no se vé.