Y al fin conocimos Filipinas. Destino que desde hacía tiempo rondaba por nuestras mentes, pero que por uno u otro motivo aún no habíamos logrado visitar. Y por ello, por el enorme deseo que teníamos de ir a este archipiélago, decidimos que durante este viaje era obligatorio pasar unos días en este país. Había que encajar como fuera una parada en alguna de estas islas para tomar contacto con Filipinas.
Como suele pasar, es imposible que todo fuera maravilloso; había un problema, y es que teníamos un tiempo muy reducido: tan solo contábamos con 5 días y 4 noches. Esto limitó totalmente el destino dentro del país, ya que como muchos sabéis, moverse en Filipinas es bastante costoso en tiempo. Llegar a ciertas islas que atormentan nuestras ansias viajeras era inviable, por lo que el destino que escogimos no era ninguno de los que soñábamos. Decidimos que nuestra corta estancia fuera en Boracay, ya que es un lugar de “fácil” acceso, pero también de lo más explotado y corrompido turísticamente del país. Así que este paso por Filipinas lo tomamos más bien como una pequeña toma de contacto ya que seguro que volveremos algún día a uno o varios de esos lugares que tanto nos atraen.
No tenemos duda de que la verdadera Filipinas dista mucho de lo que te ofrece la explotada Boracay. Pero ojo, que parece que no estuvimos a gusto; no nos confundamos, hemos de reconocer que pasamos unos días sensacionales en la isla.
Y así fue nuestra llegada:
Volamos procedentes de Singapur con la aerolínea Tigerair con un coste de cada billete de 85 € incluyendo una maleta facturada. Reseñar que no sé si fue casualidad pero fueron bastante puntillosos con el equipaje de mano. Y debido a que habíamos estado hacía un par de semanas en Nueva Zelanda en donde aún hacía frío, habíamos llevado ropa de invierno, y tuvimos que viajar rumbo a Filipinas con el plumífero puesto y un par de sudaderas porque excedía de nuestro equipaje de mano, y ya habíamos facturado una maleta. Así que imaginaros la situación, fue un poco caluroso todo.
En la última hora del viaje más o menos, sobrevuelas islas realmente preciosas que tenían un aspecto paradisíaco, pero como ya hemos dicho, nuestro tiempo en Filipinas era limitado. Así que no iba ser esta vez cuando nos tocase explorarlas. Y por fin aterrizamos en Kalibo.
Del aeropuerto de Kalibo a Boracay
El aeropuerto es muy pequeño, bajas del avión por una escalerilla y accedes a la terminal a pie, según entras ya haces directamente cola para el control de aduana, que la verdad va un poquito lento, no tienen mucha prisa. Desde este punto ya estás viendo la cinta por donde salen las maletas. Y de ahí sales directamente a la calle previo paso por un control que revisa tu equipaje de mano, en nuestro caso nos hacían abrir la maleta de mano a todos los pasajeros de nuestro avión.
Transcurridos 3 segundos desde que pones el pie en la calle te das cuenta dónde estás. Según sales por la puerta del aeropuerto, te encuentras con una especie de valla, a modo de perímetro de “seguridad” y una caseta para cambiar dinero si lo necesitas. Si necesitas cambiar, tenlo en cuenta para no sacar el dinero en mitad de la calle, ya que es un poco violento. Al otro lado de las vallas hay un montón de personas, gritando todos a la vez, intentando llamar tu atención, para que contrates sus servicios para el desplazamiento hasta el barco que tienes que coger para llegar a Boracay (el 80% de los pasajeros que aterrizan en Kalibo es para ir a ese destino).
La verdad que es un poco agobiante y no siendo que ya tengas contratado con tu alojamiento el transporte, o bien lo hayas hecho por internet, (en nuestro caso llegamos sin tener el transporte reservado) es el momento en el que toca levantar la vista y mirar al frente para ver con quien vas hacer tu viaje de aproximadamente hora y media, unos 70 km. Lo dicho, todos pretenden llamar tu atención enseñándote fotos de los vehículos y precios. Los más habituales son minivan y taxis. Después de negociar un ratito nos decantamos por ir en taxi, salía un poco más caro que el minivan, pero nos pareció mucho más cómodo y además salía ya mismo. El precio del taxi era de 1.000 pesos que quedaron en 900 tras negociar mínimamente; si vas en minivan te saldrá por unos 250 por cabeza. El precio incluye el ticket del barco que tendrás que coger posteriormente (aunque tendrás que pagar dos tasas adicionales). Ten en cuenta que un euro oscila en torno a los 50 pesos filipinos; por lo que puedes hacer el viaje desde unos 5 € por cabeza.
Metimos el equipaje en el coche y pusimos rumbo hacia Caticlan Jetty Port, que es de donde sale tu barcaza. Nada más subimos al coche bajó los seguros, supongo que por precaución y porque me puedo imaginar que si no estás algo acostumbrado a viajar te puede parecer un poco inquietante el barullo allí montado. Sales del aeropuerto y cruzas un pueblo antes de ya coger carretera hacia Caticlan. Al atravesar la población hay un auténtico jaleo de coches, motos con 4 personas, camionetos, bicicletas y demás vehículos que no hacen mucho caso a los semáforos ni ninguna otra señal.
Hemos de reseñar que veníamos de Singapur que es todo lo contrario a este caos, por lo que estábamos un poco descolocados, pero tras 5 minutos en coche ya nos acostumbramos a la vorágine de la circulación, la cual los lugareños controlan a la perfección. Creo que si tuviésemos el volante en nuestras manos, aun estaríamos esperando para pasar por algún cruce…
Una vez sales del pueblo, que tardamos unos 15 minutos, ya es todo carretera aislada que cruza la isla. Pasas por pequeños pueblos con unas pocas casas a los lados de las carreteras. Lo que sí me llamó la atención fue la cantidad de colegios que se veían cada pocos kilómetros. Vimos varios al lado de la carretera: da gusto ver la alegría que tienen estos chavales al ir a la escuela. En mitad del viaje me percaté que en mis pies había un bate de béisbol de acero, lo que hizo que dudara de si el chico que nos llevaba en coche era un aficionado a ese deporte o bien lo usaría como defensa. La verdad que la respuesta en mi mente fue inmediata.
Tras hora y media de viaje, la verdad que en un coche muy cómodo, y con un conductor bastante majete llegamos a donde teníamos al puerto para coger el barco. Cuando pagas el taxi o el minivan normalmente incluye el precio del barco (si no te lo dicen pregúntalo), así que el propio chico se acercó a donde se sacan los billetes y nos los dio. Además de lo que has pagado por el transporte y el billete, es necesario pagar la tasa portuaria de 100 pesos y la medioambiental de 75 pesos. La verdad que fue muy cómodo no tener nosotros que investigar sobre el billete del barco. Se despidió muy amablemente de nosotros y fuimos hacia el muelle.
Cuando llegamos, la barca típica filipina estaba llena, pero nos dijeron que subiéramos igual por la escalerilla de madera de 20 cm de ancho. Pero mi duda, ¿y las maletas? ¿qué hacemos con ellas? Veníamos con maletas de ruedas, de un viaje de varias semanas por Oceanía. En ese momento anoté en mi mente que cuando vuelva a Filipinas me compraré una mochila, no es un lugar para ir con maletas. Un lugareño se las subió al hombro y las dejó en el techo de la barcaza, reconozco que pensé que pasarían la noche en el fondo del mar.
Eran todo filipinos excepto nosotros en el barco y todos llevaban chaleco salvavidas, ya sabes allá donde fueres haz lo que vieres. Boracay está enfrente de Caticlan, pero entre uno y otro unos 20 minutos te lleva el trayecto. La barcaza no da ninguna seguridad, entraba agua por el suelo, pero bueno la distancia era muy corta, y confío en mis habilidades de nado.
Llegada a Boracay
Al fin estábamos allí. Nos bajamos del cascarón y esperamos que nos devolvieran nuestras maletas, que parecía que estaban todas. Un chico de manera muy hábil las rescató del techo y las porteó en su cabeza por la pasarela de madera en movimiento de 20 centímetros de ancho hasta tierra firme. Le dimos una propina, pero creo que le pareció poco, ya que blasfemó en filipino. En ese momento nos dimos cuenta que habíamos llegado a un destino muy turístico, que no es la verdadera Filipinas, y su habitantes se encuentran bastante maleados e intentan explotarte económicamente más allá de lo normal.
Al salir del espigón tocaba llegar hasta el hotel, había varios modelos de tuk tuk y nos pedían cantidades demasiado elevadas, al fin encontramos un señor que se adecuó a lo que estábamos dispuestos a pagar. Debes de pactar el precio antes de montar y regatea al menos en un 60% del precio inicial. Pero ¡ojo!, que no lleve a confusión estas líneas, somos personas generosas y normalmente dejamos buenas propinas, pero no consentimos que nos quieran hacer tontos.
Una vez ya subidos al tuk tuk empezamos a callejear, había bastante tráfico, las calles son estrechas y con bastante suciedad. El viaje fue de una media hora, ya que vas bastante despacio, pero la verdad que se nos pasó volando ya que íbamos viendo sus casas, sus gentes, y la verdad estabas entretenido. Y por fin, después de unas 4 horas desde aterrizar, llegamos a nuestro bonito hotel, el cual se encuentra entre las casas de los habitantes de la isla.
Esperamos os haya enganchado nuestra llegada a Filipinas y publicaremos nuestro diario de toda nuestra estancia en Boracay en unos pocos días.